macro
Del 09.08.24 al 20.10.24

Proyecto Cal, Liquidación total x cierre | Lisandro Arévalo

Proyecto Cal | Liquidación total x cierre | Lisandro Arévalo

Como parte del programa anual macro.Irradiaciones, la propuesta expositiva de Lisandro Arévalo se desarrolla principalmente en el piso 5 del macro y se extiende a las superficies vidriadas de la P.B. y la caja de escaleras del museo. 


El origen de Proyecto Cal se remonta al año 2006 cuando Lisandro Arévalo observa las intervenciones de los obreros realizadas sobre las superficies vidriadas cubiertas con cal en locales comerciales o construcciones. Desde entonces, el artista decide convertir ese gesto o registro gráfico en un proyecto espontáneo y colectivo que puede suceder en diversas locaciones. Consiste en pintar, dibujar o escribir con cal los vidrios que dan al exterior de cualquier estructura edilicia que lo permita.

Ese año, en ocasión del segundo aniversario del macro, presentó “A la cal” en la planta baja del museo. En 2012, junto al artista Leopoldo Estol, intervino los paños vidriados del Bar El Cairo, en la 8 Semana del Arte de Rosario (8 SAR/ 12). Diez años más tarde, en el marco del proyecto Irradiaciones macro, y con la participación del público llevó a cabo la acción en el Centro de Salud municipal Juana Azurduy, situado en el barrio Empalme Graneros de Rosario. Asimismo, lo ha realizado en universidades, escuelas, bares y otros espacios en ciudades de Argentina, Colombia y Brasil.

En esta oportunidad, el día de la inauguración, el artista realizó una activación en la PB. Además, en la sala del piso 5 se exhiben fotografías y un video  —editado por el artista Mario Caporali— que revisa la historia del proyecto.


Más se escribe, más se borra

Desde la prehistoria tenemos una especie de compulsión incontenible por dejar marcas. Registro material, garabatos, dibujitos, y posteriormente frases y nombres, símbolos o cualquier pelotudez, en los más variados soportes. Los cavernícolas en cavernas, como las cuevas de la peli de Herzog. Los contemporáneos en paredes de casas abandonadas, paradas de bondi, bancos de escuela, puertas de baños, piedras del paisaje cordobés, carteles, palos de luz, cemento fresco, y hasta en el yeso de un amigo que se quebró un hueso. Con lapicera, liquid paper, fibrón, pintalabios, aerosol, pintura, carbón, tallado, con encendedor, y también en cal.
Frases políticas, de amor, canciones, chistes, bardeadas, escraches, saludos de cumpleaños, oferta de servicios sexuales, nombres, apodos, clubes de fútbol, poemas, o simplemente dibujitos pedorros y hechos sin ninguna aspiración. El más popular: un pito. Han habido mil intentos de capturar esos registros para volverlos objeto de arte. El más común es intentar infiltrarse en una pared toda taggeada, pero con una intención tan evidente de sobresalir que siempre se ve la hilacha.
¿Pero cómo podría hacer un trabajador del arte para, en lugar de apropiarse de ese registro, valorizarlo como acto artístico colectivo, espontáneo y croto?
Bueno, simplemente prestando atención a todo eso, reproduciendo su soporte, dando lugar a que suceda; abandonándolo a la buena de la suerte. Dejando un señuelo, una carnada tentadora al máximo. La ventana pintada a la cal es un desierto a poblar por estas fuerzas. Y esto no solamente puede ser hecho por artistas, o sí, también por artistas pero principalmente por cualquieras, cualquiera como categoría humana sin identidad y anónima. Así, la operación de Lisandro Arévalo invierte ese espacio aparentemente en blanco desde el adentro hacia el afuera, y ya no depende sólo de la imaginación de los obreros intervenirlo, sino que es un convite para que quien pase por ahí se dibuje encima.
Lisandro empezó a flashear con las ventanas a la calle pintadas a la cal trabajando en obras como pintor de brocha gorda, ese detrás de escena tan poco elegante de los trabajadores eternamente precarizados del arte. Aunque preguntó, nunca encontró una razón técnicamente útil, necesaria, y mucho menos única de tal costumbre. Sólo costumbre, que para todos es obvia y no tiene porqué tener una explicación. Algunas teorías dicen que es para ocultar el trabajo de los obreros, y otras, menos intelectuales, que es simplemente para no chocarse con los vidrios. Pero también pueden pensarse como fuerzas provenientes de los tiempos muertos, ociosos, entre trabajos de la jornada laboral.
Porque la vidriera a la cal nunca dura impoluta, parece más bien una excusa para todo lo que aparece después: con tan solo un dedo se retira la pintura dejando un hueco de transparencia, que da la ilusión de que se está dibujando o escribiendo cuando en realidad, cada intervención colabora a la desaparición no solo de ese efímero soporte, sino además de todo el conjunto de garabatos. Más se escribe, más se borra. Y además, cuanto más contiene, menos protagonismo tiene lo demás y se convierte en un todo deforme y sin sentido, o mejor, multiplicando el sentido, democratizando el registro, desterritorializando el desierto por su superpoblación imparable.
A diferencia de las típicas intervenciones en vidrieras con fibrón a la tiza que se pusieron de moda en la misma época en que empezó este experimento de Lisandro, la intervención en la cal agrieta, ahueca. No invita a llenar un espacio de contenido sino a gastarlo hasta casi hacerlo desaparecer. Esta acción no va a durar, hasta quien dibuja o escribe se va a olvidar, es casi como quemar un papel al fuego, como una ofrenda a Iemanjá, como un trago de chicha a la Pachamama. Es un acto performativo en tiempo presente y sin pretensión de duración. Casi un ritual, un acto de magia, una macumba. Es pura presencia e impulsividad. Y nadie es protagonista, N-1, quitar la unidad a una multiplicidad indiferenciada.
Es una fantasía lúdica, una pre vidriera, una vidriera que por un momento es otra cosa, cualquier cosa; “es cualquier cosa” decían los comentaristas de redes cuando la obra apareció por primer vez en bares y museos, estriando la lisa y tranquilizadora transparencia de mostrarse consumiendo algo. Unos simples y corrientes garabatos deformes de cualquiera.
Entonces asistimos a cómo la vidriera es tomada, aunque sea unos días, por el caos, y parece un llamado al vandalismo, una invitación a pervertir el estrecho espacio del arte, un acto artístico subversivo, múltiple, irreproducible, antiestético y en apariencia invendible; pero también recuperado por Lisandro como una puesta en valor inaudita de un gesto, que tiene tanto de grotesco como de vital.
Porque Lisandro aquí no es el protagonista, es más bien un brujo que invoca a través de la cal, esas fuerzas que desde las cavernas nos impulsan a la acción incontenible de arruinar toda superficie que deseamos escrachar, deseamos marcar, anhelamos vincular a nosotrxs, afectar. Una especie de apropiación sin título de propiedad, más bien un “yo estuve aquí y esta piedra soy yo también”. Y luego quizás un “yo estoy aquí pero esto me fue expropiado, alguien dijo esto es ajeno a mi porque pertenece a otro”. Y más adelante con suerte un “dejen de mutilarme del mundo”. Y tal vez ese registro corto sea un intento de revinculación con aquellas cosas del mundo que creamos y que no creamos, pero de las cuales nos han desposeído, o de las cuales nos han separado bruscamente. Lisandro es un brujo que nos invoca, a través de la cal, a reunirnos con el mundo de las cosas sin mundo.

N.N.

*Natalia Núñez 

 


Lisandro Arévalo (Rosario, 1973) es Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Ha participado en clínicas de obras con Carlos Herrera, Rafael Cippolini y Ernesto Ballesteros.

Actualmente, se desempeña como docente en la escuela Complejo Belgrano y en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR donde, además, es miembro del equipo de gestión de la Dirección de la Escuela de Bellas Artes. 

Forma parte de la nómina de artistas de la galería Gabelich Contemporáneo de Rosario.

Entre otras actividades, ha realizado tareas de gestión cultural, curaduría, director del espacio Viamonte Arte y Afines (2012-2013), y del Festival Hors Pistes Rosario —Festival de la imagen en movimiento del Centre Pompidou de París— (2014-2015).

Ha sido reconocido por su trabajo artístico con el estímulo a la producción artística Gabinete 2020, Castagnino+Macro; 1° Premio en el X Salón Diario La Capital, Castagnino+Macro y Beca a Jóvenes Artistas Visuales de la Fundación Nuevo Banco Santa Fe.

Ha participado en salones nacionales, y expuesto de manera individual y colectiva en importantes espacios de arte en Argentina, Colombia y Brasil.

Vive y trabaja en Rosario.